Bukowski... y un cigarrillo más
Caracas; miércoles 27 de julio de 2005
Y en esta tarde de lluvia, lo (re)leo y lo (re)tomo, con la misma pasión de cuando descubrí una tarde después de clases, de la mano de un compañero de 3º año de bachillerato, quien lo había tomado de la biblioteca de su padre. Ví que lo estaba terminando y, a continuación, al ver mi interés, me lo prestó. Era una edición algo estropeada, en español de Cartero. Fue allí que recibí la bofetada zen en la cara, por parte del propio Henri Chinaski, y lo demás fueron árboles negros de vino con sus consecutivas tres o cuatro botellas entre el cielo y la tierra, un
camastro y una puta sin dientes, ser cartero, ruletero, o ser nada; en Nueva York, Kansas City, Frisco o L.A... Y al fin y al cabo, ¿importaba dónde? Sólo importaba el abandono, el filo de la navaja sacudiéndose en la garganta como una suave pluma. Y el silencio de no ser, de no ser...
Tengo amigos, buenos lectores, que no se llevan bien con él: "Un pobre vago borracho, con muy poco que decir". Es posible. Pero hoy, como lo hice aquella primera vez, quiero pasearme por el borde del precipicio cantando, saboreando la piel desnuda y necesitada de mujeres anónimas, lleno de hastío, borracho de sueños sin cumplir que no son míos sino de aquel hombre; un maestro que me golpeó con sus primeras líneas, y me enseñó a balancearme, al borde del abismo.
[Dedicado a César Da Silva]





colocada en el tablero a la(s)
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home